Les presento un blog en donde podrán leer análisis de las letras del rock nacional de mi autoría. La idea es subir un texto cada semana, junto al tema analizado para hacerlo más gráfico. Pueden visitar mis otros blogs: microrrelatos-horaciogarcia.blogspot (narrativa), garciazepam.blogspot (poesía) y haikus-horaciogarcia.blogspot (haikus). Asimismo, en mi página web: www.garciazepam.com, encontrarán toda mi producción literaria. Espero disfruten del esfuerzo y aguardo sus comentarios. Gracias.
“Tengo que aprender a volar, entre tanta gente de
pie…” Los versos de Spinetta me recuerdan al hombre alado,
autor y protagonista ya que está narrando en primera persona. Aquí tenemos dos
términos que nos dan la posibilidad de dos interpretaciones distintas; el
primero de ellos es “volar”, podemos imaginarnos literalmente a un hombre alado
volando sobre la ciudad, o podemos tomar el símbolo de “volar” en su acepción
que lo une a la droga, volar después de inyectarse o fumar es un término muy
usado en la jerga urbana; el segundo, es más una frase metafórica que un
término, con “la ciudad de la furia”, el autor se refiere a la ciudad de Buenos
Aires, lugar en donde viven los músicos y porque es la ciudad más grande del
país; suponemos que cuando habla de “furia” es porque la compara con una selva
en donde prevalece el más fuerte y no el más inteligente. Por tanto, en los dos
primeros versos hay una especie de afirmación del yo lírico hacia un tercero
anunciándole que lo verá volar sobre la ciudad de la furia.
Nada cambiara
Con un aviso de curva
En sus caras veo el temor
Ya no hay fábulas
En la ciudad de la furia
Veo el cartel con el aviso de curva, doblo, pero nada cambia; por más
recorridos, atajos, curvas, contracurvas, rotondas, calles, avenidas y
autopistas, nada cambiará, todo será más de lo mismo. Porque aquí no importa la
geografía, la selva, los edificios o la urbanización, sino el temor que se ve
claramente en el rostro de sus habitantes; son ellos los que están totalmente
perdidos, corriendo de un lado al otro sin saber muy bien por qué,
automatizados, robotizados y temerosos de que en cualquier momento algo cambie
para peor. “Ya no hay fábulas”, es cierto, ya no hay mentiras que valgan porque
en la selva no gana el más mentiroso, sino el más fuerte… Porque el más fuerte
corre con dos ventajas: su fortaleza y su sentido de la realidad, pues ya no
hay ilusiones ni esperanzas, sólo cruda realidad, y el mentiroso no puede con
eso... No olvidemos que aún estamos “en la ciudad de la furia”.
Me veras caer
Como un ave de presa
Me veras caer
Sobre terrazas desiertas
Las aves de presa caen en picada, velozmente, para atrapar a la presa
que han divisado desde lo alto. En estos versos me da la impresión de que el
hombre alado caerá en picada, y no por buscar una presa, sino porque la misma
sociedad no deja que se eleve y si lo hace lo bajan de un hondazo. La multitud
acobardada nada hace para cambiar, el cambio -volar- le produce un gran terror,
y es cierto todo cambio provoca una crisis, pero éste es sólo momentánea; hay
que pasar el momento de crisis para llegar al cambio profundo. Por último, el
hombre alado, herido y solo caerá sobre alguna de las terrazas desiertas.
Te desnudaré
Por las calles azules
Me refugiaré
Antes que todos despierten
El hombre alado ama a una mujer terrenal y sólo pueden verse cuando las
calles son azules, es decir, de noche y alguna que otra luz mortecina que
ilumine los rasgos de los enamorados. Luego del amor, el hombre alado debe
refugiarse de la gente antes que alguien despierte; pues, los diferentes ven
diferente y debe pasar por anónimo si quiere sobrevivir.
Me dejarás dormir al amanecer
Entre tus piernas
Entre tus piernas
El hombre alado pretende sólo un poco de paz; un sueño reparador que le
devuelva las fuerzas y lo ayude en su cruzada. Para ello necesita las piernas
de su amante que utilizará como refugio.
Sabrás ocultarme bien y desaparecer
Entre la niebla
Entre la niebla
Ella, la única que lo entiende, lo va a proteger bien y ocultarlo de los
demás; luego desaparecerá entre la niebla.
Un hombre alado extraña la tierra
Un hombre alado sigue siendo un hombre; y un hombre no puede despegarse
eternamente de la tierra, necesita el polvo en sus pies, necesita el abrigo de
la madre tierra.
Con la luz del sol
Se derriten mis alas
Estos dos versos hacen referencia al mito de Ícaro, un hombre que su
soberbia le hizo fabricarse dos alas enormes de cera para llegar al Olimpo,
residencia de los dioses, el tema es que voló tan alto que el calor del sol
derritió las alas de Ícaro y éste se precipitó a tierra. Es por ello que el
hombre alado no puede volar tan alto y sólo puede hacerlo de noche.
Sólo encuentro en la oscuridad
Lo que me une con la ciudad de la furia
Esa misma oscuridad, esa noche, hace que el hombre alado se reconcilie
con la ciudad, es por ello que debe refugiarse en la oscuridad, por el sol, por
la gente y para unirse a la ciudad.
Me veras caer
Como una flecha salvaje
Me veras caer
Entre vuelos fugaces
Las flechas salvajes van a la deriva, los vuelos fugaces también;
nuevamente lo verá caer por culpa de la intolerancia de los hombres, porque es
diferente, porque vuela y porque está enamorado.
Buenos Aires se ve tan susceptible
Ese destino de furia es
Lo que en sus caras persiste
Como habíamos mencionado anteriormente, no es “la” ciudad, es decir la
suma de edificios, calles, avenidas y plazas, sino la furia de sus habitantes
lo que persiste en sus rostros y transforma a la arquitectura urbana en “la
ciudad de la furia”.
Un hombre alado prefiere la noche
Anteriormente habíamos mencionado que el hombre alado sólo puede salir
de noche para no ser agredido por los hombres y porque la oscuridad le da la
paz y la reconciliación que tanto busca; por eso un “hombre alado prefiere la
noche”.
La canción se presenta como una confesión y un pedido
de disculpas. El autor habla en primera persona y “quiere” arreglar todo lo que
hizo mal, hasta aquellas cosas que escondió muy dentro suyo, cosas que escondió
hasta de él mismo. Hay un planteamiento moral, hasta filosófico diría, en donde
se pone en tela de juicio aquellas cosas que “tenemos” que hacer, de aquellas
cosas que “debemos” hacer. Aún hoy, desde la época de Aristóteles y compañía,
se intenta resolver el dilema que plantean los conceptos de “tener” y “deber”.
El primero, según mi opinión, implica la decisión particular y voluntaria del
individuo que se propone hacer algo, solo faltaría resolver el cómo, el cuándo,
el dónde, etc. En cambio el “deber”, se me hace como algo impuesto por la
sociedad, como una norma, ley, regla o precepto que hay que acatar, aunque no
estemos dispuestos a hacerlo. Sin embargo, en el tema no se plantea ni el
“tener”, ni el “deber”, sino el “querer” y, en una opinión muy personal, creo
que “querer” se expresa aquí como una fusión entre el deber y el tener, es
decir, “querer” hacer algo por voluntad propia, pero también impulsado por la
sociedad; cualquiera puede ser el motivo: estar sin dinero, ir de compras,
hacer la cola en el banco, etc. Ese “quiero arreglar todo…” obliga a la persona
del yo lírico a ponerse en marcha como un deber moral para arreglar “todo”,
hasta aquellas cosas que “escondí hasta de mí”.
debo contar lo que yo solo sé,
uh! perdón, Victor
Sueiro también.
En este par de versos aparece la palabra “debo”, es decir,
hay una obligación moral pero también social de “contar lo que sólo yo sé”. Todo
el mundo guarda secretos; “querer” contarlos significaría desembarazarnos de
algo que nos agobia, cortar lastres con el pasado para mejorar el presente y
planificar un futuro, ya que nos sentimos más “ligeros” espiritualmente
hablando. Ahora, cuando se habla del “deber” contar el secreto que llevamos
bien guardado, implica, indefectiblemente, la relación con el “otro”; es decir,
si “debemos” largar un secreto a la calle es no sólo por una cuestión de alivio
personal, sino que, además, implica que la información liberada beneficiaría a
“otro” u “otros”. La acción del “deber” liberar un secreto es, entonces, una
cuestión moral que el autor se plantea, ya que su secreto liberado descargaría
tensiones en diversos ámbitos sociales. En el segundo verso, el autor toma como
ejemplo la acción del “deber contar” que, en su momento, decidió “Víctor Sueiro
también” (básicamente, refiere a las visiones que dice haber tenido Sueiro
después de haber estado clínicamente muerto durante algunos segundos o
minutos). La decisión de Sueiro radicaba, fundamentalmente, en el beneficio que
arrojaría a la sociedad el hecho de saber qué hay más allá de la muerte y, así,
tranquilizar la conciencia de muchos. Víctor Sueiro también se hizo un planteo
moral al momento de decidir sobre el “deber” de contar o no lo que le sucedió. En
una mirada comparativa, el autor se pone a la altura de Sueiro y, tal como él, se
plantea también la posibilidad de que su secreto podría modificar (para bien o
para mal) el accionar o la reputación de ciertos individuos y, sobre todo, la
relación que mantiene el autor con éstos. Si a esto le agregamos que el autor
“quiere arreglar todo lo que hizo mal”, el tema del “deber contar” se hace aún
más fuerte.
Quiero arreglar todo lo que hice mal
todo lo que escondí hasta de mí,
debo contar lo que yo solo sé,
uh perdón, Ángel
Cristo también.
La repetición de versos o estrofas completas es un
clásico no sólo en las canciones del rock nacional, sino en la música en
general; estilo barroco, le dicen. La repetición tiene la propiedad de realzar
el valor de lo que se está tratando de transmitir, logrando que el
público-escucha preste mayor atención al tema de la letra. Esta función particular
recae, siempre, en los “estribillos”; estrofas que se encargan de realizar una
reducción temática o síntesis de la canción y, además, inducirle importancia a
la idea haciendo repetitiva su mención.
En este caso particular, se repiten los tres primeros versos
pero, en el último, se cambia el personaje con el cual se compara el autor en
este tema del “deber decir”. Cristo, por cuestiones morales y religiosas,
sintió el deber de transmitir su mensaje al resto de la gente para el beneficio
de todos. De la misma manera, el autor cree que su “deber decir” involucra
cierta acción social para beneficio de la mayoría.
Se ve que para algo usé la cuchara,
porque no encuentro sopa, postre ni ensalada,
hay botellas vacías de marcas extrañas,
las debo haber tomado, que resaca.
Dos versos que hacen referencia a la droga, más
específicamente a la heroína, ya que la misma se prepara poniendo el polvo de
heroína disuelto en agua en una cuchara, y se calienta la misma con un
encendedor hasta que empieza a hervir, luego se carga la jeringa, se espera
unos minutos a que el líquido se enfríe un poco y se inyecta por vía venosa; el
efecto es inmediato, la mayoría de las veces no alcanzan siquiera a quitarse la
jeringa del brazo. Se dice que la heroína es una de las drogas más duras que se
comercializa ilegalmente. La adicción a la misma es casi inmediata y la
recuperación del drogadicto es muy traumática.
De la misma manera, la adicción al alcohol, es vista
hoy como una enfermedad adictiva de la cual no se “sale” si no se dispone de la
suficiente fuerza de voluntad personal para hacerlo, ya que no hay ni
medicamentos, ni tratamientos cien por ciento efectivos.
El tema aquí es cómo se mezclaron estos versos con lo
que venimos diciendo sobre el “deber decir”. Mucha gente requiere, para revelar
un secreto, cierta dosis de “voluntad extra” a fin de juntar coraje, sobre
todo, cuando “el deber los llama”. Y es aquí, entonces, cuando nos metemos con
“la voluntad”, otro tema que ronda a la sociedad y al individuo como un
espectro difícil de resolver. La voluntad es hermana de la perseverancia y
sobrina de la duda. Tengo una hermana que continuamente está diciéndome “vamos,
vos podés”, pero a la vez, tengo a una tía que me susurra a la oreja “¿vale la
pena?”. En estos tiempos, la voluntad
primaria, individual, personal y legítima, cuesta bastante ponerla en práctica;
siempre necesitamos un “empuje” de algo adicional que nos permita sacar la
cabeza del pozo. La voluntad implica no sólo perseverancia y duda, sino también
resentimiento, miedo, valor, ilusión, trabajo, calma y toda una serie de
estados psíquicos y espirituales que, una vez concretada la acción para la cual
utilizamos nuestra fuerza de voluntad, se ponen de manifiesto para otorgarle al
individuo placer o angustia dependiendo del caso. La voluntad no asegura el
éxito de una empresa, sólo es el motor que nos pone en marcha, y todos sabemos
que un motor puede usarse tanto para hacer el bien como para hacer el mal. No
obstante, la voluntad escasea porque la mayoría de las veces nos sentimos
desilusionados con los resultados obtenidos después de tanto esfuerzo. Podemos
aquí, engarzar otro tema que corroe a la sociedad de nuestro tiempo, la falta
de reconocimiento ante el esfuerzo. Muy pocas veces, con sincera honestidad, he
visto “reconocer” el trabajo desinteresado de otros para el bien de muchos.
Desgraciadamente, la sociedad argentina se mueve dentro de un sistema de
valores muy fluctuantes que terminan malogrando la fuerza de voluntad de unos
pocos. Si partimos de la base que la voluntad aquí invocada se resuelve para
dar a conocer, con mucho esfuerzo, el secreto personal de alguien que podría
afectar a ciertos círculos o sectores de la sociedad, y si a eso le agregamos
que el sujeto (el autor) es un tanto “blandito” en cuanto a voluntad se trata, entonces
sí hace falta un “toque” de voluntad extra para terminar con la empresa. Ese
“empuje” extra que requiere el yo lírico proviene de la droga y el alcohol;
dificulto que de otra manera se “anime” a contar su proverbial secreto.
No pienso estar Enero en Pinamar
no me asusta el fantasma Yabrán
que tentación yo me voy a El Bolsón
reservé por ahí una
gran suite.
En este par de versos, el Indio Solari mete a Yabrán,
cambiando el texto del segundo verso; el original es: “no me gusta cagar en el
mar”.
Caben aquí dos opciones. En primer lugar, consideremos
por un momento que el secreto fue revelado; en este caso, no cabe dudas que el
autor está pensando en escapar de las consecuencias que se han generado por la
divulgación del secreto. No obstante, y en segundo lugar, la interpretación que
más me satisface, la más jugosa diría, es la de huir “sin” revelar el secreto;
esconderse en algún lugar y evitar así ser atosigado por el público (y por él
mismo) a fin de que revele su secreto. Sin embargo, todos sabemos que de nada
sirve huir o escapar o simplemente cambiar de lugar geográfico de residencia,
cuando un tormento emocional nos corroe el alma; pues también todo el mundo
sabe que dicho tormento nos seguirá hasta el fin del mundo. Huir o escapar no
es la manera más elegantemente correcta de hacerle frente a un dilema, sobre
todo cuando éste trae aparejado consecuencias sociales. El autor se siente
perseguido por la duda que lo carcome y, como todo perseguido, huye. Revelado o
no el secreto, el tema del escapismo ante la primer eventualidad o dilema grave
que se nos presenta es inherente al ser humano; muy pocos se quedan para
hacerse cargo y enfrentar (o enfrentarse) el problema que los preocupa. Cuántos
proyectos postergados, cuántas almas sin consuelo, cuántas relaciones rotas se
hubiesen evitado sólo plantando el pie en tierra y hacerle frente a un dilema o
problema que nos urge resolver.
Un párrafo aparte se merece el personaje “Yabrán”. El
Indio declara “no me asusta el fantasma Yabrán”, y tiene razón porque Yabrán no
es ningún fantasma. Pero vayamos por partes. Yabrán era el dueño de la
privatizada empresa Correos Argentinos. En ella amasó una increíble fortuna
realizando negocios no tan santos en la época de nuestro ex presidente Carlos
Menem, utilizando sus influencias y sus poderes para efectuar lavado de dinero,
contrabando, etc., y beneficiando con esto a los innumerables amigos del poder
de turno. Todo iba bien hasta que una noche de enero, cuando se realizaba una
fiesta en la casa que Yabrán poseía en Pinamar y en donde había todo tipo de
invitados: los viejos amigos, los obsecuentes de siempre y los que querían
ultimar nuevos negocios con el empresario, un fotógrafo, José Luis Cabezas,
toma una inocente fotografía de Yabrán junto a sus invitados. José Luis fue
expulsado de la fiesta debido a la ofuscación del empresario, y al día
siguiente aparece Cabezas “suicidado” con dos tiros en la nuca, maniatado y
encapuchado, en una especie de basural del pueblo. A medida que la
investigación del crimen iba avanzando, todas las pruebas fueron apuntando
sistemáticamente a la figura de Yabrán. Cuando el encarcelamiento del
empresario era inminente, aparece un cadáver en el baño de la casa de Yabrán en
Buenos Aires, con un escopetazo en la cara. Prontamente, se dispuso todo para
dar a conocer que el cadáver pertenecía a Yabrán y asunto resuelto. Ya no más
investigación sobre el crimen de José Luis, pues el autor del mismo había
muerto. Caso cerrado. Según mi opinión el cadáver perteneció a algún desdichado
parecido al empresario, montaron toda la escena del suicidio y ahora Yabrán se
encuentra regenteando alguna que otra empresa en algún lugar del mundo, con una
perfecta cirugía facial, documentación nueva, una enorme fortuna en sus manos y
libre de culpa y cargo. Insisto, por ello al Indio no le “asusta” el fantasma
Yabrán, simplemente porque no lo es.
Finalmente, el autor declara no querer estar en enero
en Pinamar, pero sí en El Bolsón. Y hay aquí otro temita muy nuestro implantado
como hecho social. Los argentinos, o al menos una gran parte de ellos,
planifican sus vacaciones con suficiente antelación tomando como parámetro de
decisión “en dónde estará la movida este año”. Pinamar y El Bolsón como los dos
polos opuestos de la sociedad beligerante que sale a vacacionar. ¿Por qué
beligerante? Porque la gran mayoría no se preocupa de estos temas y se amontona
en Mar del Plata, o en Carlos Paz, o en Bariloche. Aquellos que no nos bancamos
el amontonamiento de gente y queremos algo de paz nos vamos a El Bolsón, donde
todo es tranqui, sin quilombos, sin ruidos raros, mucha música callejera y
donde todo es buena onda. Mientras que, en el otro polo, la cosa no es tan tranquila
sino obscena, donde la música es estridente y sale de las agencias de autos que
invaden la avenida principal, y la buena onda la conseguís en el concesionario
de Honda, en donde podés comprarte un cuatri, una moto, o el último modelo de
auto… Pinamar como la careta (o el
estilo de vida) que prefieren muchos argentinos para continuar el estándar de
vida que han amasado en la ciudad; Pinamar es un centro turístico en donde la
obscenidad del dinero (muchas veces de dudoso origen) es la reina que maneja
desde el ruido y la moda de los trajes de baño, hasta los negocios que no se
han podido terminar en Buenos Aires y van a concluirse al balneario, mojito
mediante. En las antípodas nos encontramos con El Bolsón, un pueblo grande o
una ciudad pequeña, en donde el dinero sólo se tiene en cuenta para sobrevivir
y la madre naturaleza es la que marca el ritmo de la aventura de vacacionar. Al
momento de escribir estas líneas, las descripciones se ajustan más o menos al
ritmo de vida de cada centro turístico. No obstante, y al paso que vamos, todo
es corruptible y francamente espero que esto no suceda con pueblos como El
Bolsón cuyos habitantes hacen lo imposible cada temporada por despegarse de las
malas juntas. Para terminar, el autor elige El Bolsón, pero ojo, en una “gran
suite…”; para pensar.
No pienso estar Enero en Pinamar
no me excita el fantasma Yabrán
que tentación yo me voy al bolsón
reservé por ahí una
gran suite.
Cortito y al pie. En esta estrofa se repite la
anterior y El Indio cambia “asusta” por “excita”. Y no es menos importante,
pues con ello se pone de manifiesto otro de los grandes entretenimientos
argentinos: la morbosidad. Cuando El Indio habla de “excitación”, lo hace en el
sentido de la morbosidad que generó en la gente el asesinato de José Luis
Cabezas y el ¿suicidio? de Yabrán… Los argentinos nos excitamos fácilmente con
la morbosidad que chorrea de las páginas de la prensa amarilla y
sensacionalista. El amarillo y el rojo hacen un buen contraste, lástima que sea
tan excitante.
Revíseme el aceite, el aire y el agua,
revíseme a mi el
coche no tiene nada
Llegados a este punto, nos podemos encontrar con dos
interpretaciones. La primera es la literal; en su viaje a El Bolsón, el autor
hace una parada en la estación de servicio para cargar combustible y, de paso,
que le revisen el aceite, el aire y el agua del motor de su vehículo. No obstante,
y como segunda interpretación, conociendo la ironía y el manejo que hace
Calamaro de los símbolos, podemos ir un poco más allá y tomar el aceite, el
aire y el agua como elementos que articulan una propuesta literaria aún más
profunda. Veamos. Cuando Calamaro pide la revisión de estos tres elementos
(aceite, aire y agua) no se refiere, y lo dice expresamente, al auto sino a él
mismo. Quiere testear de alguna manera que puede seguir adelante con su
proyecto y, por tanto, pide que lo revisen a él y no a su auto. En este estado
de cosas, podemos inferir tomando al “aceite” como un elemento lubricante que
le hace falta al autor para seguir adelante, es decir, se debe estar bien
“lubricado” (bien decidido y con la mente clara) para tomar las decisiones que
el yo lírico tuvo que tomar en su momento y que más arriba mencionamos como el
“empuje” de voluntad que le hacía falta para concretar su empresa. Por otro
lado, el aire puede pasar a llamarse “humo” y, bajo estas condiciones, entender
que se refiere a la cantidad de cigarros armados que lleva para no aflojar con
el coraje. Finalmente, cuando refiere al agua, podemos tomarlo como “bebida” y
es parte de lo mismo. Calamaro solicita una inspección de los tres elementos
necesarios que le facilitarán la tarea de revelación una vez llegado el
momento.
En párrafo aparte podemos ver que el autor está
plenamente convencido de realizar el viaje para revelar o no el secreto tan
bien guardado; y lo podemos inferir con el verso “el auto no tiene nada”, es
decir, está listo para seguir adelante; en todo caso el que está dudando es él.
en esta ocasión voy a pedirles perdón
si es rápido y es
gratis...Why not?
¿Por qué pedir perdón cuando a alguien le pinte la
ocasión de hacer algo rápido y gratis? O mejor ¿Qué cosas puede hacer uno que
sean rápidas y gratis y después tengamos que pedir perdón? Tengo la impresión
de que estos versos se enganchan con los dos primeros de la canción en donde
dice que quiere arreglar todo lo que hizo mal… Es decir, por un lado, quiere
cambiar para estar mejor, pero también, si le pinta algo rápido y gratis, lo
hace y después pide disculpas… Otra costumbre muy argentina: mandarse la cagada
y después pedir perdón, como si pidiendo perdón se acabaran todos los problemas
ocasionados. Por mi parte puedo aportar que cuando el error se repite, de nada
sirve el perdón. Por otro lado, las cosas que hacemos rápidas y gratis y luego
“debemos” pedir perdón, se debe a que son cosas mal hechas o que desde sus
comienzos están mal moralmente hablando. ¿El autor estará pidiendo perdón por
anticipado por el secreto revelado? ¿El autor creerá que revelar un secreto es
rápido y gratis? Sí, quizás tenga razón, según dicen la mentira tiene patas
cortas y la verdad… La verdad no siempre es buena, pero es rápida y gratis…
Siempre seguí la misma dirección
la difícil la que usa
el salmón
El mundo está hecho tal cual es. Cualquier intento de
cambio genera una crisis que a veces dura años. La revelación de un secreto que
involucra a ciertos círculos sociales y tal vez no se olvide nunca, pero el
acto concreto de la revelación es simple y puro; son las consecuencias las que
nos atrasan en nuestra evolución. No hay otra forma que remar a contramano
cuando alguien propone un cambio y si ese cambio proviene de asegurar una verdad
concluyente, muchos se rasgarán las vestiduras y se tirarán de los pelos… pero
la verdad existe y es única en cada caso. Develar algo que nos corroe es, a
todas luces, haber remado a contramano, es decir, haber defendido nuestros
ideales y nuestra vida (o nuestra forma de vivir o de ver al mundo) a pesar de
que la mayoría corra en sentido opuesto, tal como hace el salmón, que se pasa
la vida nadando en contra de la corriente del río para desovar y dar vida.
El salmón, y su forma de sobrevivir (desovar río
arriba, en contracorriente, en contramano), nos muestra aquí una metáfora de lo
que significa pensar o accionar en contra de lo que la mayoría de la gente cree
como normal. ¿Vale la pena definir lo que es normal…?
siento llegar al vacío total
de tu mano me voy a
soltar.
Podemos suponer aquí que el autor ha revelado el
secreto y ahora se siente vacío, totalmente. Y no deja de ser cierto, cuando el
misterio es develado, la persona que lleva la carga del secreto siente que le
han sacado una tonelada de encima; y esto pasa aquí y en la China. No podemos
soportar por demasiado tiempo el peso de un secreto, en algún momento, muchas
veces el menos esperado, se sueltan las amarras de la verdad y el vacío es
total. Nada hay para dar, nada hay para tomar; el vacío nos sublima hasta la
próxima parada. El autor ha llegado a un momento de su vida en donde no le
encuentra sentido a nada, por eso su vacío total, supone no tener pasado y el
futuro es una sonrisa borrosa; el presente, el presente es esto que me pasa
mientras me pregunto qué es el presente… En este estado de vacío total, uno
siente como flotando porque no hay techo ni piso, no hay arriba, no hay abajo,
ni derecha, ni izquierda… somos apenas polvo arrastrado por el viento. El autor
toma conciencia del estado en que se encuentra, por lo tanto va a soltar la
mano de su chica para no arrastrarla con él… Porque una vez vacío, nada puede
ser solidario con nosotros; estamos completamente solos girando en el más
oscuro infinito. Por ello cortar amarras, desprenderse de todo, que nada nos
ate, liberar el lastre. ¿Para qué? Pues para no dañarlo, para que vuelva una
vez que nos completemos, una vez que estemos listos para seguir… el camino del
salmón.
Dame, dame, dame
un poco de tu amor
yo a cambio te ofrezco
una montaña de
horror.
Fue un proceso intenso: demoliendo preconceptos,
convenciéndome que ese era el camino, hube de darme fuerza de voluntad extra
para lograrlo, revisé mis fluidos para que todo marchara, huí a un lugar
bucólico para expresarme, fue rápido y gratis pero nada agradable. Merezco un
poco de tu amor para entender que todo esto no fue en vano. Yo… yo no tengo
nada para darte, sólo esta montaña de horror que fui construyendo en el proceso
de la revelación. Nada tengo para ofrecerte; sólo esta montaña de horror que
fui construyendo día a día. El horror como partícipe directo y protagonista
principal de este aquelarre de verdades en donde el vacío se hace hermano de la
duda. Dame un poco de tu amor, yo te doy todo lo que tengo, pues estoy vacío y
sólo cuento con esta montaña de horror. El horror que fui construyendo remando
contra la corriente, igual que el salmón.